PARTICIPACIÓN ESCOLAR
“Ninguno
de nosotros es tan bueno solo como los somos todos juntos”
Y esta frase
que podría aplicarse para casi todo en la vida, también se adapta a la
educación.
El tema de hoy
en el alambique no consiste en claves o fórmulas imposibles para hacer las
clases más participativas, para animar a profesores a hacer dinámica la materia
o a implicar a los alumnos de manera activa en la enseñanza. Esa batalla la
libraremos otro día en este blog. 😉
No. Hoy en el
alambique vamos a hablar de la importancia de la participación en la
comunidad educativa. En cómo cada miembro que forman la comunidad puede
aportar su granito de arena para mejorar la escuela.
Participar
significa intercambiar, indagar, difundir, proponer y expresar y todo esto se
hace con un único objetivo: M-E-J-O-R-A-R.
Pero…
¿Quién forma
parte de la comunidad? ¿Quién puede participar?
He querido
dejaros este diagrama para recordaros quienes formamos parte de la comunidad
educativa. Como vimos cuando conformamos el consejo educativo, no sólo se
trataba de profesores, familia y alumnos. ¡Recordad que somos muchos más!
¡Vaya! Parece
ser que en la participación escolar debiera haber implicada más gente de la que
pensábamos originalmente, ¿no creéis?
Y, ¿por qué es
importante la participación?
Como he dicho,
la participación es el primer paso que se debe dar para el proceso de mejora
del sistema. Se ha demostrado que la implicación de los padres mejora los
rendimientos académicos de los hijos y que en entornos donde se produce la
colaboración entre familia y escuela, los jóvenes se desarrollan mejor.
Es tiempo de
mejora, es tiempo de colaboración.
Como la mayoría
recordaremos, nuestra etapa de estudiantes no fue especialmente participativa
en la organización del colegio. Muy pocos son los alumnos que se preocupan por conocer
la organización del centro y muchos menos los que intentan mejorar la situación
de los estudiantes. Abunda el pensamiento de que el colegio es un trámite de
paso y que simplemente hay que atravesarlo a la mayor velocidad posible, como
si de un río con pirañas se tratase.
Al igual que
pasa con los alumnos, muchas familias tampoco cooperan con el centro, obviando
que toda la ayuda que se pueda ofrecer repercutirá en la educación y bienestar
de sus hijos en el aula. Si bien es cierto que la implicación de las familias tiene
una tendencia al alza y que, cada vez más, la educación es un tema prioritario;
se debería fomentar más esta participación.
Para mejorar lo
primero que se debería hacer es facilitar la comunicación entre los diferentes
miembros de la comunidad, así como explicar claramente a principio de curso qué
objetivos y actividades se plantean para ese año lectivo. El AMPA no debería
ser una organización lejana, sino que debería ser de conocimiento de todos los
padres y madres, así como intentar promover iniciativas con el centro que
mejorasen la convivencia.
Sé que este
primer paso parece un poco utópico en la sociedad con prisa en la que vivimos,
pero quizás podríamos sacar una hora al mes para tratar estos temas e incluso
organizar alguna actividad al trimestre que mejorase la colaboración.
Y vosotros, ¿Cómo
pensáis que se podría mejorar la colaboración entre familias, centros y
alumnos?
Espero que esta
entrada os haya resultado interesante, y recordad: ¡Nos vemos en el próximo
destilado!
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